Crítica de Juan Sanches para Bohemia
By Juan Sánches, Premio Guy Pérez Cisneros
Para hablar de Tomás Oliva Gonzalez (1930-1996) una de las figuras clave de la escultura cubana de vanguardia, considero necesario echar una mirada - aunque mínima - a la década de los años cincuenta. ¿Por qué? Porque es el tiempo histórico en que irrumpe la generación a la que pertenece y dentro de la cual él va a sobresalir de manera singualar por su obra, y por su pensamiento estético expreso, aún sin ser lo que hoy entendemos por un teórico. Tomás (Tomasito es el diminutivo por el que muchos amigos le conocimos) fue un inventor de formas, con ideas muy claras dentro de una generación que supo llevar y defender a contrapelo la razón histórica de su praxis artística con una ética y un talento ejemplares. Hay que señalar que en la década del cincuenta, en el proceso histórico de las artes plásticas en Cuba, se produjo un rompimiento - por primera vez de manera orgánica - con el figurativismo, y es bueno precisar que la ruptura tuvo que ver con dos frentes: el figurativismo alimentado por una vieja tradición académica, muy enraizado en el gusto popular, y el figurativismo de la primera vanguardia artística que venia desde finales de los años veinte. Ya se sabe que los primeros disparos para asaltar aquella realidad, estuvieron a cargo del grupo Los 11, justamente un dia de Abril de 1953, en un local de la Rampa. De aquel grupo formó parte Tomás Oliva. También figuraron otros tres escultores: Agustín Cárdenas, Francisco (todos le deciamos Pancho) Antigua y José Antonio Díaz Peláez, los que junto con siete pintores (René Ávila, Hugo Consuegra, Fayad Jamís, Guido Llinás, Antonio Vidal, José Vermudez y Viredo) sumaban los once. Antes de que se cerrara la década surgió otro grupo, si no recuerdo mal en noviembre de 1959 denominado Diez Pintores Concretos, al que solo otorgaremos hoy la gracia de esta mención recordatoria, puesto que nuestro propósito es evocar a Tomasito Oliva y su significado dentro de la escultura cubana de vanguardia.
Pero antes, expresemos otra aparante y pequeñísima disgreción, para distinguir un hito en la historia de la escultura aludimos al momento en que Juan José Sicre (uno de los maestros de Tomasito en San Alejandro) se perfiló como un precursor del vanguadismo escultórico al exponer en 1927 sus obras por primera vez en mi opinión, justamente fue Sicre quien convirtió a la escultura cubana en el primer movimiento importante en el ámbito de América Latina, porque a la sombra de su ejemplo fueron fortaleciendo sus alas para el gran salto, no solo Tomasito Oliva, sino otros, como Agustín Cárdenas, Roberto Estopiñán, Rita Longa, Manuel Rodulfo Tardo, Eugenio Rodriguez, etcétera, cada uno con su propio lenguaje.
Tomás Oliva fue uno de los primeros que tomó las veredas nada fáciles del abstraccionismo escultórico, influido - en verdad más que por Sicre - por las transgresiones que ya desde los años cuarenta adelantaba entre nosotros el escultor Alfredo Lozano.
Debo recordar que en una entrevista periodística que le hice a Tomás Oliva en el remoto año de 1957, apenas cuatro años después de haber irrumpido el soplo subversivo de Los 11, él reconocía la importancia del expresionismo en la escultura, por lo que tenía de reflejo de la vida interior del artista. Tomasito me dijo entonces: "Justo es reconocer que el expresionismo ha servido en muchos casos para superar el espíritu académico que nos dejan como herencia cuando surge nuestra generación. Esa es la razón por lo que, como generación, no hemos podido pisar firme sobre lo heredado, ya que estamos desposeídos de verdaderas realizaciones plásticas".
Esto me lo decía a sus 26 años de edad, cuando se encontraba mediado el siglo XX para la escultura cubana que, pese a los ejemplos modernistas de Sicre y de Ramos Blanco, no había podido lavar del todo el viejo perfume del neoclasicismo italiano incrustado en la monumentaria pública. Esta falta de una fuerte tradición vanguardista, Tomasito la tipificaba de "situación adánica". Esta fué su expresión literal, con la que aludía al nacimiento del mundo con Adán en el paraiso. Según él, en este sentido los jóvenes escultores de su generación habian tenido que empezar prácticamente de cero. Y entonces él me expresaba: "Ese pasado sin obra actúa como lastre sobre todo lo nuevo, tratando de conservarse a base de mezclarse en bochornosa promiscuidad con los verdaderos valores que son Victor Manuel, Carlos Enrrique, Wilfredo Lam, Alfredo Lozano… Ellos son - me subrrayaba - los únicos pivotes firmes que encontramos si revolvemos en esta olla de grillos donde se mezcla el diablo con Dios, para ser menos diablo".
Me reveló en aquel encuentro (yo lo fuí a entrevistar en su propio taller, donde ya se cercenaba con antorcha y soldaba planchas de hierro para sus esculturas en metal) cuando le pregunté sobre alguna posible influencia la del escultor suizo Giacometti "en cuanto a la incorporación del espacio (como materia) a la forma". Repito: incorporación del espacio (como materia) a la forma". Esto significa que para Tomás Oliva escultor , los espacios que perforaba sobre la materia no eran simples oquedades sino una provocada continuación del discurso matérico, en la consecución de una forma determinada. Fijémonos bien en esta singular formulación teórica de su vanguardismo, evidente ya en su etapa más temprana como creador, a poco de abandonar las aulas académicas de San Alejandro. Porque este rigor conceptual resulta indiscutiblemente poco común en un artista entonces veinteañero. Por eso llamaba yo la atención, al principio de mis palabras, acerca de la fuerza de un pensamiento estético como el de Tomasito Oliva, sobre el cual no reparamos a veces lo suficiente, quizás debido a la costumbre de ver en él, al "niño terrible" (l'enfant terrible) de la escultura cubana. Pero es que a los sesenta años, Tomás Oliva continuó siendo el mismo escultor abstraccionista, fuerte y vital, que tampoco en su madurez desdibujó el antiguo perfil iconoclasta y lúcido de su pensamiento estético.
> Antes de la Revolución, en sus años mozos, recorrió Francia y España. Sin formar parte de ninguna diáspora, en 1973 viajó a Estados Unidos, y quedó trabajando en el extranjero, como en su tiempo lo hicieron Lam, Amelia, Abela, Carlos Enrríquez, entre otrosde cualquier momento. En 1995 visitó Cuba y pocos meses después, murió en Miami de una doble afección cardíaca y pulmonar el 2 de noviembre de 1996. Me permito revelar algunas de sus últimas reflexiones acerca de jóvenes pintores que a principios de los años noventa salieron al extranjero. Esas reflexiones están contenidas en cartas a la familia: "En cuanto a la gente que viene -escribió Tomás- muchachos formados recientemente, no les entiendo. A veces los veo oportunistas y pragmáticos. Me duele ver cómo se ha debilitado el tejido ético aún en los escasos ejemplos que me llegan. No he visto gente más apegada a los bienes materiales, es como un patrón de comportamiento (…) les pregunto acerca de sí mismos y sus decisiones. Entonces clasifico sus puntos de vista. Se les utiliza aquí (en Estados Unidos) oportunistamente en un medio donde se habla y piensa tanta m (ierda)… Aparte, hay gente valiosa y seria que va equilibrando, compensando el bla, bla, bla. Aquí hay mucha gente buena y trogloditas".
Como quiera que la Galería Servando Cabrera (La Copa) ha reunido en esta exposición fundamentalmente un grupo de dibujos de Tomás Oliva vamos a concluir estas palabras recordando, precisamente, sus ideas acerca de esta expresión artística Iel Dibujo) que nunca consideró como un "medio auxiliar" ni de la escultura, ni de la pintura, ni mucho menos un "arte menor". En diciembre de 1964 escribió para el catálogo de una exposición suya en el Museo Nacional: "Salvo algunas excepciones el dibujo ha sido considerado como una herencia de la enseñanza académica, como un medio auxiliar de la pintura o la escultura, o como el arte menor. No es éste mi criterio sobre lo que considero una respetable forma de expresión artística (…) El dibujo como medio de experimentación formal es un inmenso campo abierto a los hallazgos. Cuando una mancha, línea o forma se produce sobre la superficie aún al azar, se crea de hecho un mundo inmenso de disturbios. Para poder controlar una corriente creada, se sitúan otras líneas o formas y éstas, a su vez, originan nuevos disturbios más controlables cada vez. Neutralizar el desorden con nuevas formas que imponen de nuevo sus fuerzas es el proceso creador de una lucha hasta final en que se logra el equilibrio dentro de los márgenes del cuadro. Es la tarea del artista donde el factor inusitado suscita la acción consciente y ésta a su vez de nuevo lo inesperado en una lucha y desarrollo continuados. En este juego -concluye Tomás- el triunfo es de la razón sobre el azar"…
Todos estos días en que ha permanecido abierta la exposición, hemos podido compartir junto con el público, aunque sea muy parcialmente, lo que Tomás Oliva nos dejó "dicho" con su obra. Pero hay que señalar la necesidad de aunar esfuerzos para localizar y rescatar, en la medida de lo posible, en Cuba y en el extranjero, piezas escultóricas y dibujos de Tomás que constituyen parte mejor patrimonio de nuestro arte de vanguardia. No se olvide que perder la memoria objetiva es perder la historia. Por eso felicitamos a la dirección de la galería. La acogida que han dado a esta muestra de Dibujos y Esculturas de Tomás Oliva es una forma de exaltar un valor significativo de la cultura nacional en el campo de las artes plásticas. He querido, por mi parte, resaltar aspectos existenciales. En esencia, Tomás no hizo otra cosa en su vida que trabajar en sus esculturas y en sus dibujos. Es la única gran fortuna que dejó.
Pocos años antes de morir, escribió a su familia: "Para mi la vida es un don que se hereda en usufructo, pero que no nos pertenece de forma absoluta, es algo para ser compartido y repartido responsablemente. Dar y recibir es la forma de multiplicar para acceder a eso que llamamos felicidad".
(Palabras de Juan Sánches, Premio Guy Pérez Cisneros, en la galería Servando Cabrera, de la Copa, el 25 de Abril del 2002)